Juan Manuel Garcia de Quiros Pérez

Juan Manuel Garcia de Quiros Pérez

Aficionado taurino

03 Agosto 2025

¡Qué bonitas son las corridas de toros!

Y todos, absolutamente todos, creemos entender de ellas. Y de toros no entienden ni las vacas, como para entender nosotros. Pues esa fue, ni más ni menos, la sensación que tuve ayer en el coso portuense.
 
Vamos por partes, que la tarde dio para mucho. Lo primero: yo no me aburrí, en absoluto. Al contrario, me lo pasé estupendamente. Fue una corrida con muchos matices, aunque los toros vinieron muy justitos de presentación, mansearon en exceso y llegaron al último tercio con el depósito en reserva.
 
Casi se rozó el lleno en los tendidos, pero volvió a evidenciarse la falta de educación del público no aficionado. Gente que llega tarde, otros que creen que los tendidos son para montar una botellona, los que se pasean por la plaza con el torero toreando, los que no callan cuando el matador monta la espada… e incluso los que, en mitad de la faena, se levantan en el tendido 6 para hacerse un selfie. Vergonzoso. Años llevo diciéndolo: al entrar a la plaza deberían entregar un folleto con normas básicas de comportamiento.
 
Sobre la corrida:
 
Manzanares estuvo más que bien, mejor de lo que yo esperaba. Su faena al primero fue seria y templada, y la rubricó con un espadazo recibiendo, aunque un pelín desprendida. En su segundo volvió a mostrarse muy aseado, y ese cañón que tiene por espada le sirvió para firmar un volapié de categoría al de García Jiménez.
 
Roca Rey estuvo en Roca. Para qué negarlo: no es santo de mi devoción, pero tampoco voy a quitarle mérito. En el quinto se jugó las femorales a carta cabal, puso al público de pie y, como era de esperar, se llevó los pitos de los "puristas". El toro, muy venido a menos pero con genio y peligro, tenía muchas teclas. Y Roca, hay que reconocerlo, supo tocarlas.
 
Pablo Aguado, ay miarma… ¡qué bien toreas! Qué facilidad tienes para hacer el toreo bonito. Ya sabéis que a mí ese estilo me pierde, y aunque a veces me desespere contigo, yo a Pablo siempre lo esperaré. Nunca termina de dar el golpe sobre la mesa, pero siempre deja algo que huele a gloria. Ayer en El Puerto estuvo sensacional con el capote en su primero: qué suavidad para mecer las telas, qué forma de parar el reloj con cada embestida. En el sexto, complicado y con mucho carbón, abrió el tarro de las esencias. Toreó con torería y sevillanía, y dejó tres series por la derecha que parecían poesías de Bécquer. Lástima —una vez más— que la espada fuera su talón de Aquiles.
 
Y volviendo al titular de esta crónica: qué bonitas son las corridas de toros. Os explico. A la salida, en ese rinconcito del bodegón donde Sal y Oro tiene su sede, nos pusimos a debatir como cada tarde… y nadie coincidía con nadie. Uno que si se aburrió, otro que si Manzanares estuvo cumbre, otro que volvió el mejor Roca, alguno que Aguado no quiso ver al toro por el pitón izquierdo, y no faltó quien seguía enfadado porque no le dieron la segunda oreja a Manzanares… ¡Eso es lo bonito de esta Fiesta! Que todos la vivimos a nuestra manera.
 
Así lo vi, y así lo cuento.
 
P.D.

 

Si el nivel de exigencia para conceder trofeos va a ser el de ayer, ¡olé por usted, señor presidente! Yo, que soy de los que luchan porque la Puerta 59 no se abra con tanta facilidad, estoy de enhorabuena. Ayer, desde el palco, se fue duro. Muy duro. ¿Que la faena de Manzanares pudo ser de dos orejas? Posiblemente. Pero si queremos que las orejas en El Puerto vuelvan a valer, ese es el camino.
 
Juan M Quiros



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