Otro año más, la Corrida Magallánica nos dejó estampas para el recuerdo. Si hace dos años fue el indulto de un toro de Miura, este domingo lo fue la faena a un Miura que, de no ser por el hierro y la divisa, cualquiera hubiera jurado que era un Cuvillo o un Juan Pedro. Una faena con la mano izquierda que nos devolvió el sueño del toreo grande. Y, de nuevo, nos hizo pensar en lo mal que anda este mundo taurino: que un torero como el palaciego lleve años en el banquillo es, sencillamente, de juzgado de guardia. Otra más de las injusticias de este, a veces, podrido mundillo.

 

Enhorabuena a Carmelo y a su empresa: año tras año, la Magallánica va cogiendo peso en el agosto sanluqueño. Cuando las cosas se hacen bien, se dice y punto.

 

La corrida de Miura, además, no aburrió a nadie. Hubo cuatro toros que se dejaron —y mucho—, con un segundo y un sexto de auténtico triunfo, este último yéndose con las “peluas” puestas. También hubo puyazos de categoría, y de los de verdad: poniendo al toro de lejos.

 

El Fandi, para ser El Fandi, no estuvo mal. Espectacular con los palitroques, aunque más jaleado por la vistosidad que por la pureza. Con el capote, como siempre, sobrado. Con la muleta, lo de siempre: muchos pases y ninguno para guardar en la memoria. Y lo del sombrero… sigo sin dar crédito a lo que vi.

 

Pepe Moral estuvo cumbre con el segundo de la tarde: una faena de altos vuelos, con naturales hondos y templados. Culminó con un espadazo fulminante que dejó al Miura sin puntilla. En el quinto, sin opciones, se mostró correcto y breve, sin darse coba ni alargar lo que no tenía historia.

 

Lo de Esaú, en cambio, es para hacérselo mirar. Tiene suerte en los lotes —eso es indiscutible— y el domingo en El Pino volvió a quedar claro. Le cayó un sexto toro de bandera y ni lo entendió ni lo quiso ver. Con la espada, un auténtico sainete. No está siendo su temporada: pinchó en Sevilla, fracasó en Madrid y en Sanlúcar, jugando en casa, volvió a fallar. No quiero ser agorero, pero mucho me temo que el año que viene toreará poco o nada.

 

Posdata

Lo del palco de Sanlúcar parece de tómbola de feria. No se puede regalar dos orejas por cada faena de El Fandi: eran de una y gracias. Lo del presidente, puesto en pie aplaudiendo al picador, quedará también para los anales de la historia.