Gacetilla Taurina

Nº 072 - ¡Como mata el corazón!

Por su nombre verdadero, el de José Gallego Mateo, nadie le conocía y en ese desconocimiento murió, pero en su corto tiempo de vida –veintisiete años (1883-1910)- no hubo en toda España un aficionado que no supiese de él, del matador sevillano José Claro (Pepete), pues en muy poco tiempo deslumbró a todos con las arrolladoras fibras de su corazón y entrega sin condiciones.

Derrochó a manos llenas, con el ímpetu propio de una juventud fogosa, ingenua y ambiciosa... «Pepete surgió de entre una masa de torerillos tan bravos como él. No era el valor suyo excepcional de la colectividad, con ser muy grande. Surgió con un valor enorme, que su serenidad y decisión hacían materia prima inestimable y terreno abonado para mayores realces; su misma configuración física, su misma escasa ductilidad, hicieronle para delante de la cara de los toros, como había sucedido a el Espartero y a Reverte, reunía, desgraciadamente, los valores puros que condenan a los hombres a una muerte prematura…, como más de un diestro joven de nuestros días. Él comenzó intentándolo todo, pues lanceaba en sus comienzos capote al brazo y quebraba de rodillas y con los rehiletes; Íbase detrás de los estoques con estoico arrojo -¡a lo Manolete!; las cornadas que su inexperiencia imponía con lógica inflexible no amenguaban su valor; le cogieron los toros en todas las suertes, demostración palmaria de que todas las ejecutaba con grandes deficiencias, y volvía a practicar la suerte misma sin disminuir un ápice su arrojo...

Su cadena de éxitos ha sido histórica, recordemos cómo el día (29-09-1905) –un día después de recibir la alternativa-, en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, lidiando una corrida de don Eduardo I Miura, fue llevado a hombros por la multitud y así traspasó las puertas del coso sevillano. Pepete, -nacido en Sevilla el (19-03-1883), fue el tercero de este apodo, falleciendo por asta de toro en el ruedo el (07-09-1910), a los 27 años de edad. El Bachiller González de Ribera escribió:

“Como siempre que tal cosa se anuncia en un novillero de renombre, los aficionados se dividieron en dos bandos –volvió a ocurrir con Belmonte y Joselito-, los que estimaban la cosa sazonada y los que la creían prematura. Decían los primeros que Pepete estaba perfectísimamente cuajado, que era el torero que toreaba más cerca y más parado y el que mejor entraba a matar y daba estocadas más hondas y completas, que luchando con los matadores de cartel de entonces armaría una revolución, dejándoles a todos tamañitos y colocándose en las sesenta corridas anuales de golpe y porrazo.

Argumentaban los adversarios que Pepete era tan sólo un torero valiente, ignorantísimo, torpón, sin repertorio ni recursos para poder contender con los que entonces estimaba la generalidad de los públicos como buenos; un matador de toma estoque y dame cuernos, que salía por los aires o trompicado hecho un lío cada vez que entraba a matar, que tenía suerte dando algún estoconazo que otro y que era de los toros, quien tarde o temprano, habían de saldar su cuenta con él... Será el tercer Pepete, se decía, refiriéndose a la trágica muerte de los otros dos …¡y desgraciadamente no se equivocaron. Su nombre es una letra plaza incierto que se cobrará el día menos pensado.

De novillero podía aprender, se defendería de las reses…, quizá llegase a saber torear. Toreando con los otros, lo de cartel, lo oscurecerían inmediatamente.” Y más adelante: “Tenía veintidós años, hermosa edad en que la reflexión enoja y el porvenir sonríe, y se hizo matador de toros como se había hecho novillero. Lo mismo sabía de torear el día que salió a tomar la alternativa como el que se presentó como matador de novillos, ansioso de que agradase su trabajo. En su juego no tenía más que una carta, el valor, y pundonoroso y decidido arrastraba de triunfos desde el comienzo al final de la corrida. Se cuenta que uno de los banderilleros que con él torearon las corridas de Feria de San Miguel (28 y 29-09-1905), en las que se hizo matador de toros, lo definió así: “Ese torero tiene que ponerse un chaleco nuevo todos los días, porque se le rompen por el lado del corazón. Crean ustedes que no hay tela que pueda aguantar tanta carne.”

El día que ese valor se limitó por el dominio del arte y el desarrollo en la práctica de la técnica taurina, aquellos desbordes de admiración tornáronse más serenos y reposados... De Pepete, dijo cierta certera frase Manuel Serrano García-Vao: «De un valiente puede esperarse todo, si sabe administrar su valentía. Los que es que no la supo administrar.» Su muerte indignó e hizo gritar contra las corridas de toros a sus detractores, y hasta la Prensa extranjera se ocupó de la desgracia para atacar furiosamente nuestras fiestas y costumbres... y así han de seguir, porque en ellas los bárbaros no tienen sus raíces.
 


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